Discurso Patrice Lumumba (1925-1961) por la
independencia del Congo
13 de junio
de 1960
Su Majestad,
Excelencias, señoras y señores,
hombres y mujeres congoleses,
luchadores de la independencia, que hoy
son victoriosos,
los saludo en nombre del gobierno
congolés.
Les pido a todos, amigos míos que habéis
luchado incesantemente a nuestro lado, que este trece de junio de 1960 sea
conservado como una fecha grabada indeleblemente en sus corazones, una fecha
cuyo significado enseñarán con orgullo a sus hijos, para que ellos, a su vez,
transmitan a sus hijos y a sus nietos la historia gloriosa de nuestra lucha por
la libertad.
Porque si bien la independencia del
Congo es celebrada hoy con el acuerdo de Bélgica, una nación amiga con la cual
estamos en pie de igualdad, ningún congolés digno de ese nombre podrá olvidar
jamás que fue con la lucha que ganamos la independencia, con una continua y
prolongada, ardiente e idealista lucha, en la cual no ahorramos nuestra fuerza
ni nuestras privaciones, nuestros sufrimientos ni nuestra sangre.
De esta lucha de lágrimas, fuego y
sangre estamos orgullosos hasta las raíces más profundas de nuestro ser porque
fue una lucha noble y justa, absolutamente necesaria para acabar con la
infamante esclavitud que nos fue impuesta por la fuerza.
Este fue nuestro destino durante los
ochenta años de gobierno colonial; nuestras heridas están aún demasiado frescas
y son todavía muy dolorosas para permitirnos borrarlas de nuestra memoria.
Conocimos el trabajo deslomador que se
nos exigía la cambio de salarios que no nos permitían satisfacer nuestra
hambre, vestirnos o alojamos decentemente, ni criar a nuestros niños como las
amadas criaturas que son.
Conocimos la burla, los insultos, los
golpes, sometidos mañana, tarde y noche, porque éramos negros. ¿Quién olvidará
que a un negro se le dirigía la palabra con términos familiares no por cierto
como a un amigo, sino porque las formas más corteses estaban reservadas a los
blancos?
Conocimos la expoliación de nuestras
tierras en nombre de supuestos textos legales que en realidad solo reconocían
el derecho del más fuerte.
Conocimos que la ley no era nunca la
misma, se tratase de un blanco o de un negro; que era benévola con uno, cruel e
inhumana con el otro.
Conocimos el atroz sufrimiento de
aquellos que fueron encarcelados por sus opiniones políticas o sus creencias
religiosas; exiliados en su propio país, su destino fue peor que la misma
muerte.
Conocimos que en las ciudades donde
había magnificas casas para los blancos y chozas destartaladas para los negros,
que los negros no eran admitidos en los cines o restaurantes, que no podían
entrar en los negocios llamados "europeos", que, cuando un negro
viajaba, era en la bodega más baja del barco, a los pies del blanco acomodado en
su cabina de lujo.
Y, finalmente, ¿quién olvidará los
ahorcamientos, o las escuadras incendiarias, por las que perecieron tantos de
nuestros hermanos, o las celdas donde eran brutalmente arrojados aquellos que
escapaban de las balas de los soldados, esos soldados que los colonialistas
convirtieron en instrumento de su dominación?
Pero todo esto, sin embargo, nosotros,
que por el voto de vuestros representantes electos debemos guiar a nuestro
amado país, nosotros que sufrimos en nuestra carne y en nuestro corazón la
opresión colonialista nosotros les decimos: todo esto ha terminado desde hoy.
La República del Congo ha sido
proclamada y nuestro amado país está ahora en manos de sus propios hijos.
Juntos, hermanos míos, comenzaremos otra
lucha una lucha sublime, que llevará a nuestro país a la paz, a la prosperidad
y la grandeza.
Juntos estableceremos la justicia social
y aseguraremos a cada hombre la justa remuneración por su trabajo.
Enseñaremos al mundo lo que el negro
puede hacer cuando trabaja en libertad, y convertiremos al Congo el centro de
África.
Vigilaremos que las tierras de nuestra
nación beneficien realmente a los hijos de nuestra nación. Reexaminaremos las
leyes anteriores, y haremos otras, justas y nobles.
Terminaremos con la supresión del libre
pensamiento, y haremos que todos los ciudadanos puedan disfrutar totalmente de
las libertades fundamentales establecidas en la Declaración de los Derechos del
Hombre.
Suprimiremos la discriminación
-cualquiera sea- y otorgaremos a cada individuo el justo lugar a que le da
derecho su dignidad humana, su trabajo y su devoción hacia su país.
Y para todo esto, amados compatriotas,
pueden estar seguros de que contaremos, no solo con nuestras enormes fuerzas e
inmensas riquezas, sino también con la asistencia de numerosos países
extranjeros cuya colaboración aceptaremos mientras sea honesta y no intente
imponernos ningún sistema político, cualquiera que sea éste.
[…]
Así, en los asuntos internos como en los
exteriores, el nuevo Congo que mi gobierno creará será un país rico, libre y
próspero. Pero para llegar pronto a este objetivo, os pediré, legisladores y
ciudadanos congoleses, que me ayudéis con todas vuestras posibilidades.
Les pido que olviden sus disputas
tribales que consumen nuestras energías, y que arriesgan convertirnos en el
objeto de desprecio de las demás naciones.
Pido a la minoría parlamentaria que
ayude a mi gobierno mediante una oposición constructiva, y que permanezca
dentro de los límites estrictos de la legalidad y la democracia.
Les pido a todos que no exijan de un día
para otro aumentos desconsiderados de salarios, antes de que pueda poner en
marcha un plan general mediante el cual espero asegurar la prosperidad de la
nación.
Les pido que no eviten ningún sacrificio
para asegurar el triunfo de nuestra magnífica empresa.
Les pido, por fin, que respeten
incondicionalmente la vida y la propiedad de sus conciudadanos, y la de los
extranjeros establecidos en nuestro país. Si el comportamiento de estos
extranjeros dejara a veces algo que desear, nuestra justicia se apresurará a
echarlos del territorio de la República; si, por el contrario, su conducta es
satisfactoria, no se los molestará porque también trabajan para la prosperidad
de nuestro país.
Y esto, mis hermanos de raza, mis
hermanos en el conflicto, mis compatriotas, es lo que yo quería decimos en
nombre del gobierno, en este magnífico día de nuestra independencia soberana y
completa.
Nuestro gobierno -fuerte, nacional,
popular- será la salvación de este país.
¡Honremos a los Campeones de la Libertad
Nacional! ¡Viva el Congo Independiente y Soberano!